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Charlamos con Carmen Maura.
Cercana y sincera, es una de esas personas a las que crees conocer de toda la vida. Charlamos con nuestra actriz más premiada y nos desvela su secreto más valioso: “Nunca mirar atrás”
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Ni el hecho de ser una de las dos actrices con más premios Goya (la otra es Verónica Forqué, que también cuenta con cuatro), ni el de convertirse en la primera española que recibe el premio Donostia por toda su carrera, ni siquiera haber sido durante tres años la intérprete más galardonada por la Academia de Cine Europea consigue alimentar un poquito el ego de Carmen Maura. Y es que ella “no tiene de eso”. A punto de estrenar Las brujas de Zugarramurdi, de Álex de la Iglesia, y de hacer el paseíllo que en su día recorrieron Lauren Bacall, Susan Sarandon o Julia Roberts para recoger el premio a la mejor trayectoria en el Festival Internacional deCine de San Sebastián, la actriz apura sus días como “señora normal” antes de embarcarse en nuevos proyectos y de volver a su apartamento de París. Allí se refugia cuando tiene que rodar en el país galo o cuando quiere ser un poco anónima, algo que cada vez le cuesta más conseguir.
Ahora nos toca verla metida en el papel de una bruja resentida con los hombres, que vive en una siniestra mansión en el País Vasco. Descarga todo ese resentimiento sobre unos pobres infelices (Mario Casas y Hugo Silva) a los que el azar ha puesto en su camino. No le ha costado meterse en el papel, porque a ella actuar le sale solo. Vivir no tanto: “Ser actriz es más fácil para mí que lidiar con las cosas cotidianas del día a día”.
Llega puntual a la cita una mañana calurosa de sábado y, aunque la esperamos sola, trae compañía: viene con Rita, una perra yorkshire de la que no se separa nunca y que hace exactamente lo que ella le dice. “Mi perra es capaz de regañar a alguien que hable mientras ruedo una escena, así es ella”. Le gusta hacer cada cosa a su tiempo y concentrarse en ello. “Carmen, ¿empezamos la entrevista mientras te maquillan?”. “No –responde rápido–: hacemos las fotos y luego nos sentamos tranquilamente a hacer la entrevista. No hay ninguna prisa”. Y no la hubo. Charlar con ella es como hacer un máster sobre actitud, sobre buena actitud, para que las cosas grandes y bonitas que te pasan en la vida no se te suban a la cabeza. Y las malas, si tienen solución, se arreglen, y si no, se asuman.
”Puedo ser poco sociable, me enrabieto a veces pero no tengo ego, y los pies siempre en la tierra”
Elizabeth Taylor, pura pasión
Ni el hecho de ser una de las dos actrices con más premios Goya (la otra es Verónica Forqué, que también cuenta con cuatro), ni el de convertirse en la primera española que recibe el premio Donostia por toda su carrera, ni siquiera haber sido durante tres años la intérprete más galardonada por la Academia de Cine Europea consigue alimentar un poquito el ego de Carmen Maura. Y es que ella “no tiene de eso”. A punto de estrenar Las brujas de Zugarramurdi, de Álex de la Iglesia, y de hacer el paseíllo que en su día recorrieron Lauren Bacall, Susan Sarandon o Julia Roberts para recoger el premio a la mejor trayectoria en el Festival Internacional deCine de San Sebastián, la actriz apura sus días como “señora normal” antes de embarcarse en nuevos proyectos y de volver a su apartamento de París. Allí se refugia cuando tiene que rodar en el país galo o cuando quiere ser un poco anónima, algo que cada vez le cuesta más conseguir.
Ahora nos toca verla metida en el papel de una bruja resentida con los hombres, que vive en una siniestra mansión en el País Vasco. Descarga todo ese resentimiento sobre unos pobres infelices (Mario Casas y Hugo Silva) a los que el azar ha puesto en su camino. No le ha costado meterse en el papel, porque a ella actuar le sale solo. Vivir no tanto: “Ser actriz es más fácil para mí que lidiar con las cosas cotidianas del día a día”.
Llega puntual a la cita una mañana calurosa de sábado y, aunque la esperamos sola, trae compañía: viene con Rita, una perra yorkshire de la que no se separa nunca y que hace exactamente lo que ella le dice. “Mi perra es capaz de regañar a alguien que hable mientras ruedo una escena, así es ella”. Le gusta hacer cada cosa a su tiempo y concentrarse en ello. “Carmen, ¿empezamos la entrevista mientras te maquillan?”. “No –responde rápido–: hacemos las fotos y luego nos sentamos tranquilamente a hacer la entrevista. No hay ninguna prisa”. Y no la hubo. Charlar con ella es como hacer un máster sobre actitud, sobre buena actitud, para que las cosas grandes y bonitas que te pasan en la vida no se te suban a la cabeza. Y las malas, si tienen solución, se arreglen, y si no, se asuman.
”Puedo ser poco sociable, me enrabieto a veces pero no tengo ego, y los pies siempre en la tierra”
Goya a la Mejor Actriz en 1988 por Mujeres al borde de un ataque de nervios, en 1990 por ¡Ay, Carmela! y en 2000 por La comunidad. Y Goya a la Mejor Actriz de Reparto en 2006 por Volver. Cuatro Goyas en total, amén de otros premios como Cesar, Concha de Plata, Palma de Oro... Nadie lo pone en duda: es buena actriz y ella es la primera que se lo dice cada día. Desde los 25 años tenía claro que se iba a dedicar a la interpretación, pese a no contar con el apoyo de sus padres. Empezó con pequeñas apariciones en cafés teatro y realizando giras teatrales con compañías independientes poco conocidas. Su primer papel importante en la escena fue en la obra Hay una luz sobre la cama (1969), sustituyendo a la actriz Amparo Pamplona. A partir de aquí empezó a tener personajes secundarios en películas importantes, como La petición, de Pilar Miró (1976).
La amistad surgió enseguida entre ambos y, tres años más tarde, Maura protagonizó el primer largometraje del manchego, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Fue la primera de las llamadas ‘chicas Almodóvar’. A partir de ahí no ha dejado de cosechar éxitos que han culminado en el reconocimiento a toda su carrera con el premio Donostia 2013.
AR.Estrenas Las brujas de Zugarramurdi. ¿Cuánto tardaste en decir el nombre de la película de un tirón?
C.M.Nos costó a todos una barbaridad. Para Álex era normalísimo, pero hasta que nos lo aprendimos.... Yo he disfrutado mucho diciéndoles el nombre de la película a los franceses, porque ellos no dicen ni la z ni la r, así que imagínate [risas].
AR.Los rodajes de Álex de la Iglesia tienen fama de divertidos y arriesgados...
C.M.Me lo he pasado genial. Álex es un director completamente sui géneris, único. Él dice que maltrata a los actores por hacernos rodar ciertas escenas, pero a mí siempre me ha tratado con el máximo respeto.
AR.Eres la primera actriz española que recibe el premio Donostia. ¿Qué sentiste al saberlo?
CM.Me encanta que me lo den. Cuando recibí la noticia pensé: “Anda, ¡pero si es el premio que le dan a las extranjeras!”, lo que quiere decir que abro el camino a montones de actrices españolas que se lo llevarán después. Además, me gusta que sea en San Sebastián porque esa ciudad está llena de buenos recuerdos. Las primeras veces que fui, cuando rodé la primera peli de Colomo o con Pedro Almodóvar, para hacer promoción pegábamos nosotros mismos los carteles. Fíjate: no nos conocía nadie.
AR.Igualito que ahora...
CM.Sí, cuando lo pienso llego a la conclusión de que la decisión de ser actriz, que tomé a los 25 años, fue un regalo de mi ángel de la guarda, que me inspiró y me dijo: “Haz esto, porque es lo tuyo”.
AR.Acabamos ya y te tengo que preguntar por Almodóvar. ¿Qué tal con él?
La verdad es que no tenemos ninguna relación. Tampoco hablamos el uno sobre el otro.
AR.¿Has visto su última película, Los amantes pasajeros?
[Risas] Pues no he ido al cine a verla porque no he tenido tiempo. ¿Tú la has visto? ¿Qué tal está?